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Cortacéspedes y rifles de repetición: el suburbio como espejo del sueño y la pesadilla americanos


Se cumplen 30 años de la célebre escena de Homer Simpson desapareciendo a lo Houdini en el seto que separa su casa de Evergreen Terrace de la de su vecinillo y sin embargo enemigo Ned Flanders y el Centre de Cultura Contemporànea de Barcelona (CCCB) acaba de soplar otras tantas velas, así que nada mejor para celebrarlo que mudarse durante unas horas a Levittown, Llewellyn Park, Lakewood o Park Forest. A las piscinas vacías de John Cheever, las inquietantes comunidades de A. M Homes y Todd Solondz, y la oreja perdida de ‘Terciopelo azul’. Vivienda unifamiliar, alfombra de césped y un par de coches durmiendo en el garaje. «En los suburbios aprendí a conducir / Y me dijiste que nunca sobreviviríamos», que cantaban Arcade Fire. El viaje es metafórico, sí, pero la estructura de madera sobre plano que recibe al visitante ayuda a meterse en el papel. Así que bienvenidos a la casa de muñecas, ahí donde los suburbios se encontraron con la utopía, que voceaban Pet Shop Boys. «La RAE identifica el suburbio como zona deprimida, pero para ellos es el paraíso», asegura Philip Engel. ¿Ellos? Los Simpson de turno. Todos esos ciudadanos estadounidenses que han convertido barrios residenciales y urbanizaciones de las periferias urbanas en imagen mental, paisaje mutante y pieza central en la construcción del sueño americano. También, claro, de sus más oscuras pesadillas, pero ya llegaremos a eso. «Verde, tranquila y silenciosa, Suburbia sigue siendo el lugar ideal para ver crecer a los niños», apunta Engel, comisario de la estupenda exposición con la que el CCCB explora la historia, evolución y derivadas creativas de un modelo urbanístico que, en palabras de la directora el centro, Judit Carrera, se ha convertido en «uno de los iconos culturales occidentales más importantes de la segunda mitad del siglo XX». «Es un espejo que nos permite ver la ciudad que tenemos y la que queremos», añade Carrera. El detalle, sin duda, es llamativo: en Europa, cerca del 73 por ciento de la población vive actualmente en áreas urbanas que «ya no son solamente las ciudades densas y pobladas que nacieron dentro de las murallas». «El suburbio nació entre el campo y la ciudad y se lo ha acabado comiendo todo», resume Engel.’New Kids in The Neighborhoo’, litografía de Norman Rockwell de 1967 NORMAN ROCKWELL MUSEUMEn Barcelona, todo esto se muestra a través de abundante material de época; litografías de Norman Rockwell; fotografías de Bill Owens, Joel Meyerowitz, Amy Stein y Todd Hido; audiovisuales con fragmentos de ‘El príncipe de Bel Air’ y ‘Los Simpson’; rincones literarios con guiños a Jonathan Franzen, Shirley Jackson, Joan Didion, John Updike, John Cheever y Sinclair Lewis; y maquetas en miniatura de fabulosos coches y autobuses futurista diseñados por Norman Bel Geddes para la Exposición Universal de Nueva York de 1939. Porque sin motores de combustión y vehículos motorizados, sin el tren y el tranvía primero y el coche privado después, los suburbios probablemente hubiesen corrido una suerte diferente.’Feminismo doméstico’Ahí estaba el ferrocarril, cordón umbilical que conectaba la ciudad y el campo, alentando a la burguesía a fundar sus «santuarios familiares» lejos del creciente bullicio de la metrópolis. Nacían las primeras comunidades cerradas, la privatización de la naturaleza, el ‘feminismo doméstico’ de Catherine Beecher y antecedentes románticos de la utopía suburbial como Sunnyside, cottage que el escritor Washington Irving ‘tuneó’ a orillas del río Hudson. Fue entonces también cuando el estadounidense medio perdió la cabeza por un ingenio que influiría tanto o más que el coche en el desarrollo de suburbio: el cortacésped. Ya fuera manual o electrificado, un Toro de 1938 o un Archimedean, aquello se convirtió en una religión. Era, leemos, «afirmación de estatus, de supuesta decencia, de pertenencia a la comunidad». El ‘american way of life’ empieza a cobrar forma y se abre paso en anuncios, portadas de semanarios de la época. Montaje con anuncios de electrodomésticos para la ‘perfecta’ ama de casa CCCBEl auténtico boom de ‘suburbia’, sin embargo, llegó después de la Segunda Guerra Mundial, cuando los soldados regresaron del frente y se con unas ciudades en las que ya no cabía un alfiler. Años antes habían causado furor las casa prefabricadas y las que se vendían por correo y la aparición del tranvía facilitó notablemente la movilidad de los trabajadores, pero aquello era otra cosa: once millones de viviendas unifamiliares, apoteosis de comunidades planificadas e irrupción de la ‘sit com’ casi al mismo tiempo. El arte imitaba a la vida y el suburbio de convertía en tema de portada en publicaciones como ‘Life’ y ‘Fortune’. La mujer, por su parte, se convirtió en la reina de la casa. O en una presa perfectamente equipada. «Toda una generación de mujeres que había tenido acceso a estudios universitarios se encontró atrapada en casas suburbanas a kilómetros del centro, rodeada de un variadísimo ejército de electrodomésticos«, leemos. Línea directa con el consumismo de posguerra y primeras frustraciones bajo la alfombra. El problema que no tiene nombre, lo llamó Betty Friedan. Sólo que sí lo tenía: ansiedad, neurosis, insomnio y alcoholismo. El cortacésped sigue siendo el rey del suburbio GREG STIGMACSobra decir que, en aquellos tiempos, años cincuenta y alrededores, todo aquello era coto privado para los blancos. Los ciudadanos negros se hacinaban en guetos urbanos y los que conseguían cruzar la barrera imaginaria recibían acoso y cruces ardiendo en al jardín. Más claro, imposible. «We want white tenants in our white community», como puede leerse en una fotografía tomada en los años cuarenta en un suburbio de Detroit. Noticia Relacionada estandar No De turismo por las cloacas del poder en la segunda temporada ‘Tokyo Vice’ Clara Mollá Pagán El periodista Adelstein regresa con más investigaciones a la capital de Japón, donde se enfrentará a nuevas amenazasAhí empieza de algún modo la frontera que separa ‘suburbia’ de ‘disturbia’; la otra cara de la moneda y de una exposición que, del sueño a la pesadilla, explora psicopatías, ve nacer en el cine y la literatura el ‘gótico suburbano’ y ahonda en las disfunciones sociales y familiares de la mano del cineasta Todd Solondz o el fotógrafo Gregory Crewdson. Este último es el autor de una de las piezas más turbadoras de la exposición: una serie fotográfica de escenas pesadillescas protagonizadas por actores como Philip Seymour Hoffman, Julianne Moore, Tilda Swinton y Gwyneth Paltrow, entre otros. La competencia en este apartado es feroz y cuesta elegir entre las pinturas noctámbulas de Alberto Ortega, sevillano instalado en Nueva York, las mastodónticas y megalómanas ‘McMasiones’ de hasta 1.500 metros cuadrados que ha documentado la arquitecta Kate Wagner; o las inquietantes fotografías de Gabriele Galimberti de familias aparentemente idílicas armadas hasta los dientes. Cortacéspedes y rifles de repetición como cara y cruz de un sueño americano que se debate entre el agotamiento de los recursos, el impacto medioambiental y la exportación del modelo a otras latitudes.

Content Source: www.abc.es

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