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Alessandro Pugno, director de ‘Animal | Humano’: «Los jóvenes acuden a los toros por la metafísica que encierran»

En un pequeño pueblo de Italia, un niño crece entre los ataúdes de la funeraria de su familia y enfrentado a la enfermedad de su madre. Lejos de allí, un becerro bravo nace abandonado por la vaca y es rescatado por el mayoral. Algún día, el becerro será lidiado en una plaza y el niño se hará torero en una historia improbable -como todas las historias humanas- bajo la que discurre el impulso por trascender. ‘Animal / Humano’ es la propuesta personal y provocadora del director italiano Alessandro Pugno (Casale Monferrato, Italia, 1983), que llevó la película al Festival Mar de Plata en Argentina, donde resultó una de las cintas mejor valoradas por el público. Se estrena mañana en España.

-¿Siendo italiano y sin tener relación con el mundo del toro, ¿qué es lo que le llamó la atención de la tauromaquia?

-Sucedió a raíz de ver una foto que más tarde se reveló ‘fake’ en la que aparecía un torero arrepentido frente a un toro. Pensé en hacer una historia de un niño que quiere ser torero y un becerro que quiere ser toro. Quise retratar la tauromaquia porque es la última tragedia griega posible. Además, era interesante hacer una fotografía de un mundo que cambia. La tauromaquia conlleva unos valores antiguos y una manera de vivir pegada a la muerte, al animal, y es distinta a esta nueva sensibilidad. La tauromaquia se aparece como un reducto arqueológico de un mundo que tarda en morir y sobrevive de una forma muy especial.

-¿Por qué se hacen pocas películas de toros?

-La historia de un torero es de sublimación, de alguien que intenta imponerse a su destino y a la muerte. Es una historia de autorrealización, que es algo que pertenece a un cine antiguo, algo que no se lleva mucho ahora: la idea de alguien que transciende a sí mismo.

-Los héroes no están de moda.

-No, por eso he querido retratar un mundo heroico, antiguo. El niño de la película está poseído por un deseo de gloria y de amor. Es un huérfano que pide a gritos existir y encuentra en el toro una manera de hacerlo. Ese impulso es interesante ¿Qué lleva a los alpinistas a escalar un pico de 8.000 metros? ¿Qué hay ahí? ¿Es que están locos? Mi respuesta es que no: solo buscan algo, algo más. El elemento trágico de la tauromaquia es que en esta búsqueda van a dar la muerte a otro ser. Ambos participan en un duelo ritual en el que son marionetas en un teatro más grande con un público que no sabe absolutamente nada de sus vivencias ni de su existencia como individuo.

-De todos los animales que sacrificamos, a ninguno le atribuimos virtudes y defectos humanas como sí hacemos con el toro. ¿De alguna manera el toro es persona en la plaza?

-Así es. Si piensas que una vaca puede parir un solo hijo y tarda nueve meses…. Cuando nació ‘Fandango’ [el becerro protagonista de la película] estábamos todos esperando el alumbramiento como si naciera Jesucristo. La madre abandonó al animal y lo criamos a biberón. Por alguna razón biológica y arquetípica, el toro está muy pegado al hombre, más aún que el caballo.

-El antropólogo François Zumbiehl sostiene que los aficionados van a la plaza no a ver la muerte del otro, sino a verse representados en la muerte que les gustaría tener: en el heroísmo, la trascendencia, el valor del toro y el torero. Esa lectura está en tu película. ¿Hay mucha interpretación errónea sobre cómo el aficionado vive lo que sucede en el ruedo?

-Sería reductivo y paralizante pensar que estos chicos que quieren ser toreros lo hacen porque quieren matar toros. Existe algo más filosófico que tiene que ver con el deseo de trascender la propia existencia. Hay un límite que se llama muerte y un preguntarse cómo se puede ir un poco más allá. De ahí nace el sabor de la gloria, la posteridad, etc. Vivimos en una sociedad en la que la muerte es el último tabú, se esconde deliberadamente, y el toro la pone en escena. Si te fijas, no se velan los muertos: están escondido. Esto me resulta increíble. La noción de la muerte es necesaria para el respeto mismo de la existencia.

-¿Cree que lo que más molesta de la tauromaquia es la escenificación de la muerte?

-Así es. Escondemos la muerte como el sufrimiento, pero el sufrimiento es un elemento de la existencia como la alegría, como la muerte.

-¿La ausencia de la muerte nos priva de una escala de la vida?

-Heráclito lo decía bien. Para decir ‘joven’ tiene que haber un viejo. Para que exista la vida hay que concebir la muerte. Vivimos en una sociedad hedonista y trivial.


Alessandro Pugno

-¿Teme encontrar en España más oposición a la película que en otros países?

-En España, el debate del toro está muy ideologizado. Esta película es una invitación al diálogo. He dado con gente taurina que me ha dicho que le ha servido para pensar sobre cómo instrumentalizamos a los animales y gente antitaurina que se daba cuenta de que detrás, hay un mundo y un ecosistema. En España se da un debate entre los que defienden a muerte la tradición y los que propugnan la cancelación y la leyenda negra española. No hay una España negra ni la leyenda negra es cierta. El último zoo con un humano estaba en Bélgica. El mito de la barbarie española es falso. El toro viene de un mundo en el que se estaba más en contacto con los animales y había otra relación con los animales salvajes.

-Ahora todos los animales se conciben como si fueran un perro, ¿es eso?

-Pensamos en todos los animales como si fueran de compañía. Los animales son diferentes. No es lo mismo un perro que un toro o un león.

-En España los jóvenes cada vez acuden más a las plazas. La franja con más gente que ha asistido a un espectáculo taurino en el último año es la de 15 a 19 años. Habiendo una sensibilidad creciente y más radical en algunas personas, ¿Cree que dentro de cien años habrá tauromaquia?

-Algunas veces creo que va a morir pronto por sí misma, digamos que por sus propias carencias. Otras veces, veo un interés creciente. En Francia me he encontrado a muchos jóvenes intelectuales que se interesan mucho por ella. Venimos de una época materialista y hedonista que se ha impuesto a nivel cultural y político y creo que estamos viviendo un cambio de época en la que cada vez más gente busca algo espiritual y telúrico, una verdad frente al relativismo absoluto en el que todo vale. La gente joven acude a los toros no solamente por el espectáculo, sino por la metafísica que encierra. Buscan una verdad.

Content Source: www.abc.es

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