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Anna Cornudella Castro: «El hombre habla demasiado y calla muy poco»


Anna Cornudella Castro leyó un día un artículo sobre el equinda, un animal que vive en Australia y que empezó a hibernar después de unos grandes incendios. Esto la llevó a pensar qué pasaría si, a raíz del cambio climático, los entornos dejasen de ser habitables y el ser humano desarrollase algún tipo de estrategia similar de supervivencia. Ahora llega a la Berlinale con ‘The human hibernation’, en la que fantasea con esa hipotética sociedad humana que hiberna durante la estación fría y que sobrevive como una especie animal más tras haber perdido el control del planeta.–Una vez que el ser humano queda relegado a un segundo o tercer plano, la naturaleza cobra rápidamente protagonismo y espacio, tal como vimos durante la pandemia.–Dejo abierto a la interpretación del espectador si estamos hablando de un futuro post-cambio climático o una sociedad alternativa que desarrolla el ser humano. Pero sí, la naturaleza es el gran personaje, que surge con gran fuerza cuando dejamos de mirarnos a nosotros mismos. Era para mí importante dar voz a todo os que ocurre en la naturaleza, desde lo micro a lo macro, esto que pasa, que estás sentada sobre una piedra y parece que todo está en calma, pero cuando la levantas allí hay cincuenta hormigas, multitud de seres vivos, que no solemos observar ni escuchar. La película hace ese ejercicio de parar, mirar y escuchar.–Técnicamente, ¿cómo se abordaron los rodajes con animales?–Fue muy difícil, quería ser lo menos invasiva posible y fue como rodar un documental. Éramos seis personas en el equipo y los animales salvajes requieren sentarse en la nieve con el trípode y la cámara preparados, esperando que pase un ciervo, por ejemplo. Es un ejercicio de paciencia y adaptación. Yo tenía una especie de esqueleto de guion en el que casi todo podia ser sustituido por otra cosa. Si quería retratar el verano, lo podíamos hacer con un renacuajo y unas hojas o con unas flores, dependiendo de lo que encontrásemos y pudiésemos aprovechar. Eso significaba estar constantemente alerta, evaluar en todo momento si lo que encontrábamos encajaba en lo que queríamos. Rodaba e iba construyendo un puzle de piezas que necesitaba.–La imagen que resulta es muy romántica, una naturaleza muy idealizada, de grandes paisajes como del romanticismo alemán y un tanto irreal: es una naturaleza, por ejemplo, en la que no hay depredadores.–Para mí es ciencia ficción, pero me apetecía hacer una especie de utopía, no una distopía. Una utopía en la que el ser humano ha sido despojado de su poder de control y está atado a unos bioritmos concretos que le dictan la hibernación. Esto me parecía interesante porque deja al ser humano en la misma palestra que el resto de especies. Quería mostrar una naturaleza gigante y un ser humano como una hormiguita, que es exactamente lo contrario de como nosotros mismos nos percibimos.–Para ser una utopía es bastante triste. Esa existencia humana es casi depresiva. Para empezar son humanos que no hacen cine. Han perdido incluso su lenguaje articulado. Los personajes apenas hablan.–Sin duda el ser humano habla demasiado y escucha muy poco. Creo que la inteligencia pasa por escuchar más y callar más. Es verdad que es propia del ser humano la creación del relato sobre cómo funciona su entorno, interpretar la naturaleza a través del relato, y por eso estos personajes lo intentan. Sus escasos diálogos son espejo de los relatos mitológicos y religiosos, pero el protagonista rompe con ellos y se acerca a la naturaleza de otra manera, de forma más honesta. El personaje principal casi no habla en toda la película, sólo escucha y por eso se acerca más a la esencia de la naturaleza.–Pero la ley de la naturaleza es la ley del más fuerte. El ser humano que hiberna parece haber renunciado a corregirla.–No se si tenemos la capacidad de mejorar la naturaleza, más bien todo lo contrario, incluso con buena intención. Por eso para mí situar la vaca por encima del ser humano, como ocurre en la película, que impone su ley sobre los humanos, me interesaba. Las vacas no son tontas y tienen un sentido de cuidado del grupo, de no dejar a nadie atrás, superior al del ser humano. Obviamente la naturaleza es cruda. Pero quería mostrar la armonía de la naturaleza cuando nadie la controla. Es obvio que hay depredadores en la naturaleza, pero no me parece cruel. Es un sistema que funciona como un engranaje. Sólo cuando hay alguien que lo controla, como hace el ser humano, eso es para mí la crueldad.

Content Source: www.abc.es

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