Crítica de ‘Campeón’: bienintencionado pero insuficiente melodrama futbolero

Permítanme la osadía, un consejo a todos los que quieran dirigir una película sobre fútbol o rodar una buena escena de este deporte. Elijan intérpretes que sepan jugar bien al fútbol. No vale cualquier chaval que pase por allí. A chutar no se aprende en un cursillo (así lo intentaron con el protagonista de la saga ¡Goool!). Esto, que suena a perogrullada, es un problema absolutamente extendido a cualquier película futbolera, un subgénero que, oh, sorpresa, suele atraer a buenos aficionados a este deporte tan extendido, una multitud que reconoce a la legua a alguien que no es digno de golpear un balón.

Si salvamos este problema, en el que también incurre este bienintencionado melodrama familiar neerlandés, Campeón (buscar otro título menos rutinario para el Bigman original tampoco habría estado mal) es menos blandengue de lo que el género suele ser. Un chaval que sueña con ser futbolista tiene un accidente y queda parapléjico e incapacitado para jugar al fútbol. Su capacidad de superación se topa con la incomprensión de su padre, entrenador, y de sus amigos y compañeros, que no aceptan (y esta dureza es interesante y real) los intentos del protagonista por jugar en silla de ruedas, una idea tan absurda como, ésta vez sí, original.

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