La noticia en esta cuarta película sobre el oso panda Po, ya muy curtido como Guerrero del Dragón y gran defensor del Valle de la Paz, es que le llega la carta de despido en forma de patada hacia arriba: el Maestro Shifu, esa especie de Yoda con poca paciencia, le dice que tiene que buscar otro Guerrero del Dragón y que él ya puede ‘pasar a los despachos’ y convertirse en un maestro espiritual, de esos que dicen grandes y profundas frases del tipo ‘no hay camino para la paz, la paz es el camino’, o parecidas . No se le da bien al gordo Po decir buenas frases y ello es una de las mejores gracias de la película.Otra noticia, pero del envoltorio, es que ya no la dirige Jennifer Yuh, que hizo dos de las anteriores, y que la DreamWorks Animation le ha encargado esta entrega a Mike Mitchell, director muy de la casa y que ya ha firmado títulos como ‘Shreck, felices para siempre’ o ‘Trolls’. Y, por último, algo que no puede considerarse noticia: DreamWorks mantiene todo lo esencial, el tipo de animación, la estética, la ambientación e incluso las voces (Jack Black, Dustin Hoffman, Ian McShane, aunque incorpora las de Awkwafina y Viola Davis para los dos personajes nuevos y cruciales).Todo lo que puede esperarse de ella está aquí, salvo los Cinco Furiosos, sus compañeros de gresca, que salen solo de un modo testimonial, pero no falta la acción, la lucha, el entretenimiento, la ligereza de la trama, la épica y la gracia chistosa de los personajes conocidos, el propio panda, su pareja de padres…, y algunos de los nuevos, como una raposa ladronzuela que hasta le roba parte del protagonismo o la villana llamada la Camaleona, que cambia de forma con la rapidez que un político ‘listillo’ de opinión. Todo lo esperado está, sí, aunque no haya nada realmente inesperado, sorprendente, algo que haga pensar que la serie avanza.Se mantiene a flote, especialmente para los más pequeños, aunque pierde en cada entrega aquella inspiración que tuvo la primera. Entretiene, divierte y aún conserva esas enseñanzas de vida, nobleza y compañerismo que nunca vienen mal esparcir.
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