Crítica de ‘Mi camino interior’: a pesar de Dujardin

Funciona Mi camino interior como nueva y enésima variación sobre la típica historia de superación, de cambio de vida del que ve su existencia pasar ante sus ojos y se salva por los pelos, cosa que le conduce a proponerse una proeza. Les suena ¿verdad? Funciona a pesar de las rémoras que arrastra, la principal el latoso Jean Dujardin en todos y cada uno de los planos de la película. Denis Imbert parece entusiasmado con el ensimismamiento del actor y se lo permite todo. Intensito hasta decir basta. 

De hecho, la peli aborda el ego, la autoficción como mecanismo de introspección tóxica, de mandanga sustitutoria cuando apenas hay nada que decir pero parece que haya mucho. Este mecanismo perverso le inyecta al film un insospechado chute de interés más allá de su machacona tesis. Narrada hábilmente a dos tiempos, road movie bien pertrechada, casi como una obra de teatro con el protagonista y su recorrido habitado de personajes que entran y salen, que le sirven para explorar alguno de sus mundos interiores, de sus fantasmas del pasado. Ese accidente, el cuerpo herido, el alma destrozada. Una nueva vida, un horizonte al que agarrarse. Acaba uno agarrado, sí, a su discurso de redención, y mira que te cae antipático el tío.

¿Quieres estar a la última de todas las novedades de cine y series? Apúntate a nuestra newsletter.