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Hamaguchi, un artesano del tiempo que mira al cine clásico

Un hombre saborea un cigarro con la calma lúcida del que no teme ni espera nada. Está a las puertas de su casa, enclavada en mitad de un bosque húmedo y verde y lleno de vida. Mira al horizonte, parte algunos troncos, espera la llegada su hija pequeña, a la que quiere y abraza con asertiva calidez japonesa. A veces la vida es hermosa, parece pensar en una escena de tiempo suspendido, infinito, en la que sin palabras la pantalla se llena de verbos y adjetivos. Es el protagonista -uno de ellos- de ‘El mal no existe’, la nueva película de Ryûsuke Hamaguchi, el último maestro del cine japonés que hoy se estrena en España tras pasar por el Festival de Venecia. «En primer lugar tengo que decir que mi opinión sincera es que no me considero heredero de todos aquellos grandes maestros como Ozu, Mizoguchi, Naruse o Kurosawa», responde a ABC Hamaguchi, que durante los próximos 30 minutos tratará de quitarle cualquier tipo de misterio y épica a su forma de concebir el cine. Y a poner en valor los clásicos.

Porque el cineasta japonés -que responde vía Zoom y con intérprete- ha firmado una obra «a contra corriente», una película que en los primeros 15 minutos no tiene diálogos y en la que todo transcurre al ritmo de la vida, un paso del tiempo natural donde las cosas son tan rutinarias como poéticas, cargadas de un simbolismo que solo se ve si se quiere mirar. Porque la mirada de Hamaguchi es extemporánea en la era del TikTok, los vídeos ultratroceados y las películas explosivas de superhéroes. «Yo nunca he filmado mis películas con una intención de intentar estar en contra de lo que se lleva en esos tiempos», reflexiona. «Lo que sucede es que a mí me gustan las películas antiguas, y las películas antiguas tenían ese tipo de ritmo que creo, además, es un ritmo que se adapta muy bien a las necesidades del ser humano a la hora de enfrentarse a una obra artística. Sí que es verdad que esos quince minutos [sin diálogos] están de una manera más intencionada porque se busca que el espectador cambie de chip, por decirlo de alguna manera, que entienda que ahora va a ver una cosa diferente, que tiene que fijarse más en lo que está viendo. En esos primeros quince minutos se evidencia de una manera más clara por qué he decidido titularla ‘El mal no existe’», ratifica.

Más allá de una decisión, el título fue una sensación. La que sintió al pasear por las localizaciones de lo que iba a ser un proyecto artístico para acompañar la música de Eiko Ishibashi. «Fuimos a muchos sitios con mucha naturaleza y te encontrabas con esos arroyos, con esos bosques… Y lo primero que te venía a la cabeza era que el mal no existe», aduce el cineasta, que de tanto pasear terminó por encontrar una película entera que, finalmente, rodó en paralelo al proyecto con la compositora.

Un guion que empieza en ese bosque y avanza por una comunidad rural que vive con serenidad un pequeño conflicto con unos empresarios llegados de Tokio que quieren implantar un ‘glamping’, esto es, un camping de lujo para urbanitas que está tan de moda entre los que viven dentro de la M-30 como, al parecer, en el futurista barrio de Shibuya. «A lo largo del desarrollo de la película vamos viendo este conflicto entre la naturaleza, la ciudad y de dónde puede surgir el mal», reflexiona Hamaguchi, que terminó por engarzar la historia con dos parejas antagonistas, la de un padre con su hija y la de los dos empleados que manda la empresa del ‘glamping’ al pueblo. Hay, además, un puñado de secundarios que refuerzan esa idea de contraste entre el mundo apacible de quien solo tiene lo que quiere con el de las ambiciones absurdas.


Retrato de Hamaguchi, director de ‘El mal no existe’

Y sí, mucho de eso está en los clásicos del cine japonés, como también está la admiración que los festivales europeos han mostrado por Hamaguchi, donde ya triunfó con la larguísima ‘Happy Hour’ (2014) y la nominada al Oscar -y también larguísima- ‘Drive my car‘ (2021). En ‘El mal no existe’ apenas supera los 90 minutos, pero en Venecia la premiaron igual. «Creo que los viejos maestros consiguieron transmitir al mundo el espíritu del cine japonés. Pero el mundo en el que me muevo yo hoy es muy, muy diferente. Aunque estoy agradecido de la recepción que tienen mis películas en Europa, no son casos comparables», remata, claro, humilde.

Content Source: www.abc.es

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