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Las abandonadas madres adolescentes de los bebés robados en la Transición ven ahora la luz

Peñagrande era un centro para jóvenes embarazadas que en la España de 1982 gestionaban las monjas cruzadas evangélicas. Allí recibían a adolescentes con embarazos no deseados para ayudarles a «corregir sus conductas» y «reorientar su vida para convertirse en mujeres de bien». También, traficaron con muchos de los hijos de estas jóvenes que, tras recibir la noticia de que su bebé supuestamente había muerto, les invitaban a olvidarlo sin poder despedirse de él. Al cineasta Pau Teixidor le sacudió este asunto cuando lo vio reflejado en un documental allá por 2014, y dos palabras resonaban en su cabeza al escuchar los testimonios reales: «Abandono y olvido». Así nació ‘Alumbramiento’, que se estrena este miércoles en cines: «Pertenezco a una generación a la que no se ha contado la historia de este país tal y como ocurrió. La transición tan modélica que se nos quiso hacer creer. Hay apartados sin resolver. Sin quererlo nos hemos encontrado con esto y hemos tenido la curiosidad de indagar sobre lo que había debajo sin miedo y haciéndonos preguntas».

Y así Lucía (Sofía Millán), entre la euforia de la victoria de los socialistas en el 82 y la angustia personal por el desconocimiento de su porvenir, llega a Peñagrande con la bienvenida de una de las hermanas que le recibe con una frase a modo de presagio: «Todas las acciones tienen sus consecuencias». Allí comienza un periodo de oscuridad, pero también de luz junto a las otras chicas. Porque aunque el centro es religioso, en las habitaciones de Peñagrande no se reza a Dios, se reza a Lola Flores. Lucía se encuentra allí con Inma, Candela más conocida como ‘Cuqui’, Maica, Lola y Rosa, más jóvenes como ella que sufren el dolor de la supuesta pérdida vital de sus hijos, pero que su amistad les permite cantar al mismo tiempo ‘Que te vaya bonito’.

Reeducación moral

En esta historia las clases sociales desaparecen porque allí, en Peñagrande, las niñas de familias desestructuradas y de familias de la élite comparten habitación. En estos centros, repartidos por toda España, se ingresa a las chicas para concederles una formación. Aprovechando la excusa educativa, el Patronato les permite realizar trabajos en talleres a cambio de una reeducación moral que les permita reincorporarse a la sociedad como «mujeres de bien». Todo es legal y el ingreso de la menor consta como voluntario. Muchas no saben a lo que van, pero esa incertidumbre les une y les anima a investigar por qué hay madres que no regresan con su hijo en brazos o por qué hay tantas leyendas negras alrededor de lo que hacen con los hijos muertos.

El director se enfrentaba a esta historia con un material potente y al mismo tiempo peligroso: los recuerdos. «La memoria se erosiona con el paso del tiempo, entonces hay que ver cómo se trabaja y desde dónde se aborda para no caer en las trampas y en los agujeros de la memoria. Es un arma de doble filo». Pero la historia no es cosa del pasado, sino del presente, de muchas mujeres olvidadas y engañadas a las que robaron a sus hijos y que no han vuelto a saber nada de ellos. «Son asuntos que nos tocan ahora mismo. Estas mujeres viven y sufren en silencio. ¿Dónde están esos niños ahora? ¿Qué ha sido de esas mujeres? Esas son las preguntas importantes», expresa el director. Antes del rodaje, Teixidor tuvo la oportunidad de escuchar a algunas de ellas, pero tras reflexionar, decidió que era mejor que las actrices no entraran en contacto con las mujeres que vivieron aquella dura realidad. «No queríamos condicionarlas para darles libertad a la hora de construir su personaje».

Aunque estos centros se abrieron durante el franquismo, el marco histórico de la trama es el año 1982, con la victoria de Felipe González en las elecciones generales, y no es casualidad la elección de este periodo. «Todos nos podemos imaginar que en el franquismo esto ocurría porque no había tanto control sobre lo que se hacía o lo que no. Pero no te planteas que después también pudiera pasar. Todos los relatos reales que encontré ocurrieron en plena democracia y no hay que esconderlos, no vamos a meter nadie en la cárcel. Entiendo que se hizo lo que lo que se pudo, pero no por ello tenemos que dejar de rendir cuentas ante ante los ciudadanos de hoy».

Para Teixidor, parte de la naturaleza del medio cinematográfico es capturar historias para que perduren a lo largo del tiempo. «Uno de los elementos inherentes es recoger estas vidas para que puedan ser vistas en el futuro y puedan ayudar a recordar y que no ocurra lo mismo». Ante el olvido, ‘Alumbramiento’.

Content Source: www.abc.es

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