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Andrés Calamaro: intensidad variable y memoria selectiva desde la atalaya de ‘Honestidad brutal’


Es más que probable que, si le preguntan, Andrés Calamaro no recuerde gran cosa de los días de furia creativa y excesos al por mayor de ‘Honestidad Brutal’. Demasiadas drogas, Demasiado de casi todo. «Recuerdo chispazos, pero hubo testigos; hay tres o cuatro personas que quizá podrían reconstruir aquel viaje exagerado, divertido, dramático y musical», explicaba hace poco, años después, cara a cara de nuevo con «el ‘Apocalipsis Now’ de las grabaciones de rock». Un disco descarnado y salvaje en el que se dejó la salud y casi la vida. También, claro, lo mejor de su producción. «Fueron nueve meses como trompos, un temerario ‘modo Martin Sheen against all odds’. Dos o tres de nosotros sobrevivimos y no sabemos cómo, nos llamamos en los cumpleaños para reírnos con filosofía», recordaba el argentino, embarcado ahora en una gira antológica y retrospectiva con la que regresa a aquella época de romanticismo y libertinaje; de canciones a puñados, amnesias selectivas y animosidad belicosa. Calamaro, mano a mano el tótem para celebrar los 25 años de uno de los grandes hitos del rock en español. «¡Mi primera y última portada de la ‘Rockdelux’!», como recordó anoche con sorna sobre el escenario del Poble Espanyol. «Sólo nos falta tocar en el Bagdad», ironizó para resumir su historial de actuaciones en la ciudad, marcado en los últimos años por la solemnidad ambiental del Liceo, el Palau de la Música o los jardines de Pedralbes. Poco que ver con lo de anoche, la verdad. Porque ahí estaba Calamaro, gorra azul, Telecaster verde y gafas de sol caladas, en versión insólitamente comedida. Eléctrico y electrificado, sí, pero sobrio y centrado. Demasiado, incluso. Dosificando el genio. Regateando la intensidad. Sin parloteo innecesario ni charcos a los que tirarse de cabeza.Calamaro, en el Poble Espanyol ADRIÁN QUIROGAAl argentino, de hecho, le costó desperezarse. También al público. De entrada, hasta diez seguidas de ‘Honestidad Brutal’, con el blues arenoso de ‘No va más’ descorchando la noche y ‘¿Para qué?’ y ‘Eclipsado’ reforzando el flanco con eléctrico con hasta tres guitarras sobre el escenario. Fueron cayendo, con sus altos y sus bajos, sus picos de intensidad y sus remansos de paz, ‘Cuando te conocí’, ‘El día de la mujer mundial’, ‘Los aviones’ o una majestuosa ‘Clonazepán y circo’ refundida con ‘No tan Buenos Aires’. Antología desordenada, intensidad variable. Hablamos, para entendernos, de canciones que piden fuego y grasa, manos pringadas y corazones ardientes, pero a las que les faltó por momentos una marcha y unas cuantas revoluciones. Difícil, por no decir imposible, reproducir las condiciones en que fueron creadas.Noticia Relacionada estandar No Bruce Springsteen inflama Barcelona con una nueva exhibición de épica rock y supervivencia sobrenatural David Morán El veterano músico de Nueva Jersey reconquista el Estadio Olímpico Lluís Companys con otra gesta marca de la casa ante 58.000 personas’All You Need Is Pop’, de ‘El salmón’, abrió la veda al picoteo selectivo de otros discos, y ‘Tuyo siempre’ y ‘Flaca’ reactivaron al público, pero nada pudo hacerle sombra a ‘Paloma’. Ahí sí, de nuevo en territorio ‘Honestidad Brutal’ (al final sonaron hasta 15 de las 37 del doble disco original), Calamaro sonó inmenso y desbordante. Épico, fogoso, arrebatado. Fue lo mejor de una noche que arrancó a medio gas y acabó por todo lo alto, con ‘Crímenes perfectos’ y ‘Alta suciedad’ ejemplares en su condición de bises y ‘Días distintos’ rehabilitando de nuevo desde ‘El salmón’ la memoria del exceso del Calamaro más demencialmente prolífico. Nunca ha vuelto a estar en un sitio así.

Content Source: www.abc.es

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