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El huracán Springsteen agota todos los elogios en Madrid

Algunos parecían ayer preocupados en los alrededores del estadio Civitas Metropolitano tras los contratiempos de los últimos días. «¡Hostias, sería una catástrofe que no apareciera!», exclamaba Miguel Ángel poco antes de la gran cita. Con la de ayer y la de mañana, pues compró entradas para dos de las tres noches en Madrid, ya habrá visto a su ídolo 18 veces. En esta ocasión, ha confeccionado una lista con los 72 temas diferentes que Bruce Springsteen ha tocado en los últimos cinco conciertos. Una maratón.

«Saldrá adelante», confía el veterano seguidor. El primer revés fue en Marsella, donde el incombustible rockero de Nueva Jersey tuvo que suspender su concierto pocos minutos antes de comenzar, por una afonía, cuando los seguidores ya estaban apiñados sobre el césped del estadio Vélodrome. Lo mismo ocurrió en Praga y en las dos fechas de Milán. Imagínense el bajón. «Bruce espera reanudar su exitosa gira por estadios en Madrid», advertía el comunicado.

Y llegó el día. La nutrida congregación reza para que el huracán Springsteen aparezca sobre el escenario y les sacuda una vez más, como siempre, tras agotar las 60.000 localidades en apenas media hora hace ya siete meses. Cuando faltan cinco minutos para las nueve, el rumor crece y el público se inquieta. A los veinte de retraso, cunde el pánico. No es normal. Primeros pitidos…

Pero no falla. Con el sol escondiéndose en el momento justo, sin muchas parafernalias, salen uno a uno los veinte miembros de la E Street Band. El estadio ruge y Springsteen saluda a los fieles en español: «¡Hola Madrid! ¿Estáis preparaaados?». 1, 2, 3… Y lanza con voz áspera los versos turbulentos de ‘Lonesome day’: «El infierno se está gestando y la casa está en llamas».

Primer arrebato, una crítica sobre lo mal que está el mundo, siempre mal. Pero ante la fatalidad, himnos de esperanza como ‘No Surrender’ y todo el mundo bota. Es el ‘modus operandi’ de Bruce, vestido con vaqueros, chaleco y corbata negras sobre una camisa blanca. Por delante, tres horas de montaña rusa emocional. Desde las 60.000 personas dando palmas en ‘Ghost’ y los abrazos entre Bruce y su viejo amigo Steven Van Zandt en ‘Two Hearts’, hasta la calma de ‘Darkness On The Edge Of Town’. La primera media hora pasa volando, sin un solo segundo de respiro.

Por momentos no suena todo lo bien que debería, a una media de cien euros por entrada, pero a nadie le importa. El mago hace su magia. Juguetea con el público de las primeras en ‘Darling County’ y pone a gritar a todo el mundo, incluida la zona de prensa y a un niño de diez años que pasa por allí, con el himno de John Fogerty ‘Rocking All Over The World’. La gente le responde con un «¡oeeeee! ¡oeeeee!», como si Koke hubiera metido el último gol de su carrera en el Metropolitano.

Con la noche ya entrada y miles de dichosos móviles iluminando las gradas, suena ‘The Promised Land’, la canción que compuso en aquel viaje entre Utah y Nevada que hizo con Van Zandt en 1977, en un Ford Galaxie rojo. Querían conocer esa tierra prometida a la que cantan en cada concierto. Bruce hace su solo de armónica y se la regala a una seguidora, que salta emocionada en el, posiblemente, momento más feliz de su vida.

Superada con creces la primera hora, llega uno de los momentos álgidos de la noche, con todo el estadio cantando ‘My Hometown’ y ‘The River’. Es difícil no emocionarse. Al igual que cuando desaparece la E Street Band y se queda solo con la guitarra acústica para interpretar ‘Last Man Standing’, homenaje a su primera banda, The Castiles, de la que es el único superviviente, según explica el ‘Jefe’. Y cuando te vas a ahogar en el pozo, suena ‘Because The Night’, el clasicazo de la reina del punk, Patti Smith, con todos los músicos echando carbón a la locomotora.

La noche anda sobrada de épica, tanta, que el concierto parece tener mil finales. Y ahora que se acerca el de verdad, con un trallazo tras otro, nadie se sienta en la grada y los decibelios del público superan por momentos a los de la banda: ‘Badlands’, ‘Thunder Road’, ‘Born To Run’, ‘Dancing In The Dark’, la fiesta de ‘Twist And Shout’ y el adiós de ‘I’ll See You In My Dreams’.

Springsteen tenía solo 32 años cuando nos visitó por primera vez en 1981. No llenó tres estadios. Ni dos… ni uno. De las 7.000 entradas del olvidado Palacio Municipal de Montjuïc, en Barcelona, dejó quinientas sin vender. La crónica de ABC comenzaba: «Es como si un toro te cogiese entre sus cuernos y te llevase en volandas». Pues eso, cuatro décadas después, más de lo mismo. Se nos agotan los adjetivos.

Content Source: www.abc.es

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