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Fosforito: «Sé que la muerte me persigue»


Hace setenta años, Antonio Fernández Díaz (Puente Genil, 1932) ya sentaba cátedra en el flamenco. Incluso el célebre antropólogo indio Deben Bhattacharya –verdadera autoridad en el folclore mundial con un ingente trabajo de campo por toda Europa, África y Asia– se presentó en la pequeña localidad cordobesa, a principios de 1955, para grabar con su magnetofón al joven cantaor del que todo el mundo hablaba en la comarca. Instaló su aparato gigante en un viejo patio y registró los cantes por soleás, serranas, cantiñas y alegrías de aquel chico que, poco después, se convertiría en una de las grandes figuras de la historia del flamenco. Esa primera grabación se publicó antes en Inglaterra que en España. Aunque solo tenía 23 años, el cantaor ya se había pateado de adolescente todas las ventas y tablaos de Andalucía. Sin embargo, cuando decidió presentarse al famoso Concurso de Córdoba en el verano de 1956, más por necesidad que por ambición, llevaba más de un año sin cantar una sola nota por una grave afección en la garganta que le había llevado a retirarse. Pero llegó, se subió al escenario, alzó su voz y arrasó.En septiembre de ese año, ABC ya le anunciaba como «el nuevo revolucionario del cante, premio de honor y primer premio de todos los estilos y secciones del Concurso Nacional de Cante Jondo». Allí adoptó su apelativo definitivo, Fosforito, en un evento considerado hoy un punto de inflexión del flamenco. Fue organizado para rescatar la pureza tradicional del «viejo cante jondo», el que se desarrollaba más allá de los ámbitos comerciales y que creían que estaba en peligro. Al mismo tiempo, para evitar que el certamen de Granada, promovido por Manuel de Falla y Federico García Lorca en 1922, cayera en el olvido.Noticia Relacionada Flamenco estandar No Fosforito, el legado gigante del último ‘Premio Nobel’ del cante Israel Viana El Instituto Cervantes recibió este martes una réplica de la Llave de Oro del cantaor de Puente Genil, figura clave de la historia del flamenco desde hace más de setenta años«La verdad es que fue un milagro que me presentase, pero en ese momento estaba sin una peseta y fui con la esperanza de ganar alguna», aseguró a ABC el pasado 8 de mayo, tras depositar su legado en el Instituto Cervantes, apenas dos meses después de que la institución hiciera lo mismo, a título póstumo, con los recuerdos de su amigo Enrique Morente . «Me habían operado de una hernia, pero tenía que buscarme la vida y comer, así que seguí actuando en los tablaos con las vendas puestas. Una noche, mientras cantaba por seguiriyas en un bar de Cádiz, el Pay Pay, noté cómo reventaban los puntos y la sangre comenzaba a brotar por mi estómago. Perdí mucha sangre y, como estaba mal alimentado y dormía muy poco por la vida que llevaba, desarrollé una anemia que me moría y perdí la voz por completo durante cerca de dos años», rememora ahora el cantaor, mientras se levanta la camisa hasta el pecho para que vea su cicatriz.Es grande y ocupa una parte importante del vientre. Me coge la mano para que la toque, como si fuera la prueba de lo mucho que le costó ganarse la vida con el cante. Lo cierto es que nadie hubiese podido imaginar en Córdoba que aquel joven iba a tocar el cielo en tan breve plazo, ni que se convertiría de inmediato en cabeza de cartel de los principales festivales de España. «En cuestión de tablas, raros son los artistas que se han podido arrimar a Fosforito, verdadero dominador del escenario flamenco», explicaba José Manuel Gamboa en ‘Una historia del flamenco’ (Espasa, 2005). Tan solo le superaba Antonio Mairena, así que se mudó a Madrid, firmó por Philips, inició su larga discografía e impuso una forma de cantar muy diferente de la que estaba de moda hasta ese momento. Más dura, áspera, rítmica y viva, pero siempre con un respeto absoluto por la tradición.—¿Y cómo vivía del flamenco antes de 1956?  —¡Uy, me moría de hambre! Apenas ganaba dinero con el cante. No olvides que en aquella España miserable y desastrosa de la década de 1940, no había nada ni para los que tenían recursos. Las guerras no las gana nadie, las pierde siempre el pueblo. Era un país en la más extrema pobreza, por eso me eché a cantar, no tenía otros medios para comer. —¿Su primer recuerdo relacionado con el flamenco es de la Guerra Civil?  —Realmente no. En la guerra mi padre me llevó al cortijo de un amigo suyo a las afueras de Puente Genil, porque en el pueblo entraban los de un color matando y, después, llegaban los otros y provocaban una escabechina… No quiero hablar de ello, es para que entiendas que no pensaba en el flamenco precisamente. Eso vino después. Mis cinco hermanos se fueron a vivir con otros familiares y yo me quedé para cantarles a los hortelanos que venían al mercado de madrugada. A las siete de la mañana empezaban con las copas de aguardiente y yo les hacía unos cantes para que me dieran unas perrillas. De ahí pasé a cantar a un molino de aceite, después a las ferias de ganado, a las ventas y a los cines después de la proyección de la película.—¿A qué se dedicaba su padre?—Nació el mismo año que Lorca, en 1898, y había sido cantaor en Sevilla. Sin embargo, en aquella época gloriosa del flamenco coincidió con cantaores como Antonio Chacón, Manuel Torre, El Canario o La Trini, dioses con los que no pudo compartir escenario. Era buenísimo y se dedicó al cante una década, pero se casó y tuvo que convertirse en pintor de brocha gorda. ¡Pero el cante lo tenía! Una larga vida de flamenco Arriba, cuando recibió la Llave de Oro del Cante en 2005. Abajo a la izquierda, Fostorito, con Antonio Mairena (con gafas de sol). Abajo a la derecha, con Paco de Lucía en 1969. ABCEl cantaor nos ha citado en un bar cercano del centro de Madrid. A punto de cumplir 92 años, anda lento y se agarra a mi brazo para subir las escaleras, pero habla rápido, se extiende en las respuestas y hace bromas constantemente. Aunque tiene la voz hecha trizas desde hace veinte años, cuando se retiró definitivamente de los escenarios, su memoria es inmaculada. A nuestro encuentro acude con toda su familia, que ha venido a celebrar con el patriarca este último reconocimiento, que se suma al premio Pastora Pavón que le impuso la Junta de Andalucía en 1998, la Medalla al Mérito de las Bellas Artes entregada por el entonces Príncipe Don Felipe en 2007 y, sobre todo, la Llave de Oro del Cante en 2005 , algo así como el ‘Premio Nobel’ del flamenco. Una distinción esta última que solo han recibido cuatro cantaores más desde mediados del siglo XIX: Tomás el Nitri (1868), Manuel Vallejo (1926), Antonio Mairena (1962) y Camarón de la Isla (2000) a título póstumo. «¡No me la esperaba! Fue un disparate, pero el crítico Manuel Bohórquez defiende que es la única de la historia que se ha dado por consenso. La Diputación de Málaga lanzó la propuesta a los críticos, las universidades, los conservatorios y las principales peñas. Todos juntos lo debatieron y lo decidieron. Me parece lógico que los otros se las llevaran, por supuesto, pero está es la única en la que todos estuvieron de acuerdo», advierte Fosforito. Y la pregunta es obligatoria. ¿Por qué no la tienen otros gigantes como, por ejemplo, Antonio Chacón o Enrique Morente?. «No lo sé, no te puedo decir. Tampoco si Enrique estuvo en la terna en 2005. Supongo que no estuve solo. Y desconozco igualmente las razones por las que se la dieron a Camarón, aunque está muy bien dada. ¿Y por qué no a La Niña de los Peines o Pepe Marchena?», pregunta.Antes de cortar la entrevista por lo sano, tras más de una hora de charla –«¡si es que ya hemos hablado de todo!»–, Fosforito se arranca por seguiriyas con el pequeño hilo de voz que le queda. Se podría decir, más bien, que las susurra: «Yo no le temo a la muerte / morir es natural / a lo que le temo son a las cuentas tan grandes / que a Dios he de dar». —¿De verdad no le teme a la muerte? —La pena, al igual que la alegría, está presente en el flamenco porque está presente en la vida. Sé que la muerte me persigue, es inevitable, pero la combato con alegría. Y, bueno… no soy temeroso, soy creyente. Cuando llegue la muerte, aquí estaré. ¡Qué le voy a hacer!

Content Source: www.abc.es

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