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Sheryl Crow exhibe carisma y galones country-rock en el estreno del Alma Festival

Hubo un tiempo, en los quizá no tan felices pero seguro que algo más arrebatados e intensos años 90, en que Sheryl Crow fue la reina de corazones del country-pop. La mano que hacía saltar la banca comercial y convirtió la MTV en punto de encuentro entre las músicas de raíz y los estribillos adhesivos. Su impacto fue global y su éxito, colosal, pero, por lo que sea, no se había prodigado demasiado por aquí: una primera vez en Zeleste 2 en 1995, en plena cresta de la ola de ‘Tuesday Night Music Club’; y visita estelar al Doctor Music de 1997. Y se acabó. Nada de ‘All I Wanna Do’ o ‘If It Makes You Happy’ durante casi tres décadas, vacío existencial que la cantautora de Misuri parece haber querido corregir con una gira que pasó hace unos días por Málaga y Vitoria y desembarca hoy en las madrileñas Noches del Botánico.

Antes, y en plena resaca de la verbena de Sant Joan, velada de etiqueta en Barcelona para inaugurar el Alma Festival, antiguo Festival Jardins de Pedralbes reubicado desde el año pasado en el Poble Espanyol. Cita ‘boutique’ con recinto reformado para intentar replicar lo máximo posible la experiencia de las ediciones a pie de Diagonal y elegancia country-rock para saldar deudas pendientes, reivindicar peso específico en el actual devenir de las cosas, y entusiasmar a sus seguidores con la revisión de material de sus primeros discos.

«Vamos a emprender el camino hasta el principio», dijo al poco de salir al escenario escoltada por una electrizante y vigorosa banda tocada por la magia del Hammond B3 y la guitarra del ex The Black Crowes Audley Freed. ‘Real Gone’ para entrar en materia y ‘A Change Would Do You’ y ‘Run, Baby, Run’ para acomodarse poco a poco en la bisagra que conecta el candor country de la primera Taylor Swift con las baladas ásperas de Lucinda Williams. La plaza del Poble Espanyol no acabó de llenarse, pero aún así Crow sí que se vació. Guitarra acústica al hombro, generosidad en los piropos («Barcelona és molt maca») y sinceridad desprejuicida («My spanish, caca», soltó a modo de disculpa) para engrasar la maquinaria de los afectos.

Horas antes, explicó una Crow dicharachera y ejemplar en su papel de maestra de ceremonias, estaba paseando por la Sagrada Familia y el Park Güell, pero una vez sobre el escenario viajó aun más lejos, mediados de los noventa y alrededores, para soltar la bombástica ‘All I Wanna Do’ a las primeras de cambio y despejar el camino para lo que estaba por venir. Himno coral, momento ideal para sacar el teléfono a pasear. «There’s a party goin’ on!», exclamó la cantante. Y aunque mucha fiesta tampoco es que hubiese, sí que cayeron generosos aplausos y coros entusiastas.

A sus 62 años, Crow gasta aún voz elástica e imponente y un magnetismo que le permite fundirse con Cat Stevens y P.P. Arnold en ‘The First Cut Is The Deepest’, ahondar en el rock de raíz ‘stoniana’ y con mensaje avanzado a su época de ‘Hard To Make A Stand’, y salir del pozo de ‘Evolution’, única mención a ese disco que acaba de publicar (después de decir, Scarlett O’Hara ‘style’, que ya no grabará nunca más) y que trajo bajón notable en los ánimos y el ambiente. Fue uno de los pocos tropiezos, por llamarlo de alguna manera, de una noche marcada por las excelencias del country pop gran reserva, las proyecciones tirando a kitsch, y los constantes viajes entre Memphis y Nashville. «Es maravilloso estar en vuestro país y tomarnos un respiro del nuestro», exclamó Crow, jovial y cercana, mientras alternaba bajo, guitarra eléctrica y acústica, y lideraba una expedición a la cara más brillante de su repertorio.

De ahí salieron himnos pop como ‘If It Makes You Happy’, la pirotecnia eléctrica de ‘There Goes The Neighborhood’, y el tacto contagiosamente vivaz de una ‘Soak Up The Sun’ mucho más cerca de los Wilco pop de lo que pueda parecer. En el terreno de las baladas inflamadas, rescató ‘Cross Creek Road’, canción que grabó hace unos años con Neil Young y el hijo de Willie Nelson, Lukas Nelson, y se despidió, imponente, con ‘I Shall Believe’, recuerdo de la ambición compositiva de una artista que, lo que son las cosas, fue recibida en su día con cierto desdén por los sectores esencialistas de la americana con pedrigí y anda hoy celebrando con vigor su cancionero y liderando aquelarres de rock esencial como el Azkena Rock.

Content Source: www.abc.es

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