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Un solo acto de ‘La Valquiria’

«Hay conciertos que, antes de producirse, son promesas de noches históricas en el Teatre«. La frase no es de quien firma esta crítica, sino del texto de presentación de la velada que se vivió el pasado viernes en el Gran Teatro del Liceo. El escrito proseguía: «Poder escuchar el primer acto de ‘Die Walküre’ de Wagner es siempre un gran suceso, pero si, además, es con las voces de Lise Davidsen, Clay Hilley y Gábor Bretz, entonces estamos hablando de un auténtico acontecimiento«. Algo chirriaba en estas palabras. Mucha pompa para escuchar en versión de concierto un acto —un solo acto— de ‘La Valquiria’ de Wagner. Un acto. En el teatro que ha vivido enormes tetralogías. En el teatro que trasnochó un fin de año para ser el primero en programar ‘Parsifal’ al decaer la prohibición wagneriana de representar la ópera fuera de Bayreuth.


  • Música:
    Wagner.
  • Intérpretes:
    L. Davidsen, C. Hilley y G. Bretz. Orq y coro del Liceo. J. Pons, director.
  • Fecha:
    27 de junio.
  • Lugar:
    Gran Teatro del Liceo, Barcelona.

Al acabar el concierto, ver al público en pie rendido a los cantantes dejaba un sabor agridulce. Cantaron bien, sí. Maravillosamente bien, de hecho. Pero fue solamente un acto. Minutos y minutos de aplausos en pie, de vítores entusiastas… ¿Por un solo acto? ¿Tan hambriento de buena ópera está el público de Barcelona para volverse así de loco por un solo acto de Wagner? ¿Qué está pasando aquí?

El «acontecimiento» había empezado con un abucheo contundente. El director artístico, Victor García de Gomar, salió al escenario para anunciar lo que se sabía desde un poco antes. Un año atrás, al presentar la programación, se explicó que el concierto tendría dos partes. La primera incluiría una selección de obras que permitirían el mejor lucimiento de las voces convocadas. La segunda, el susodicho primer acto de ‘La Valquiria’. García de Gomar explicó que, al coincidir el concierto con las funciones de ‘Adriana Lecouvreur’ y los ensayos del ballet ‘Sacre’, la orquesta había andado demasiado atareada y no le daba tiempo de ensayar tanta música. Así que se optó por suprimir la primera parte y dejar en el programa solamente el mencionado trocito de la ópera, de hora y pico de duración.

La dimensión del abucheo hace pensar que el malestar no respondía solamente al sustancial recorte, que no se tradujo en una reducción del precio de las entradas —entre 10 y 187 euros—, sino que fue fruto del hartazgo tras una temporada que ha resultado ser un auténtico viacrucis tanto para los programadores de la casa como para su cada vez más hastiado público. Hemos visto cantantes cancelar por «motivos personales» o «motivos ajenos al teatro» sin más explicación, y algunos con excusas tan delirantes como la de la soprano Sonya Yoncheva, que de repente se dio cuenta de que «su apretada agenda no le permitía ensayar lo suficiente para este debut» en el papel de Adriana Lecouvreur. Tenía que compartir escenario con el tenor Jonas Kaufmann, que también acabó cancelando. Así las cosas, la temporada 24-25 se perfila como crucial para valorar el proyecto capitaneado por Valentí Oviedo y Victor García de Gomar, superado ya el periodo de «compromisos heredados» de la anterior dirección artística y las turbulencias causadas por la pandemia.

Por lo que respecta a lo puramente musical, el concierto fue una apoteosis de las voces, sin paliativos. Lo de Lise Davidsen es un fenómeno sobrenatural. De ella llama la atención de entrada su enorme potencia, pero yendo más allá encontramos una cantante sólida, capaz de controlar su chorro de decibelios a base de musicalidad y buen gusto, detalles cuidados, emisión medidísima, conocimiento profundo de la partitura y de los mensajes que Wagner esconde en cada corchea. No menos espectacular, el tenor Clay Hilley regaló un memorable Siegmund. Al lado de estos dos monstruos, era difícil que Bretz luciera más de lo que lució, que no fue poco, pero quedó empequeñecido.

A pesar de lo apretado de los ensayos, el desempeño de la orquesta fue más que correcto, como lo fue el de su director, Josep Pons. Excelente conducción del arco dramático general, así como buen trabajo de los detalles, a pesar de algún momento manifiestamente mejorable, como el patinazo de los metales justo tras el momento en que Siegmund se hace con la mítica espada destinada solamente al más valeroso de los caballeros. Cosas del directo. En las próximas semanas tendrá que anunciarse también el nombre de su sucesor al frente de la orquesta, que permitirá también valorar la eficacia de la gestión del equipo directivo a la hora de atraer hacia Barcelona a una batuta de prestigio internacional que pueda hacer crecer las formaciones de la casa.

Content Source: www.abc.es

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