Conchi (69) posee un atractivo y una elegancia innatas. Y no lo niega. Toda su vida ha sido una rompecorazones, habiendo escuchado más de una vez por boca de algún pretendiente que tiene mucho peligro. Pretendientes no le faltan a esta recepcionista jubilada muy madrileña. Incluso le salen admiradores de todas las edades. Sin embargo, ella ya no está para tonterías y demostrando unas ideas muy claras, buscó a su hombre ideal en ‘First Dates’ este viernes 7 de junio.
El prototipo de Conchi, es «físicamente como tú», le explicó a Carlos Sobera. En cuanto a la forma de ser, no acepta menos que un caballero con sentido del humor y educado. «Para bien o para mal, en mi cabeza tengo estructurado a mi tipo de hombre… Un Mario Conde, aunque si quieres, venido a menos», comentó ante las cámaras del programa de citas de Cuatro.
Quién también dejó claro el modelo de mujer que le atrae fue Tomás (71), el pretendiente que el ‘dating show’ le buscó a Conchi. De hecho, en cuanto pisó el restaurante confesó estar enamorado de Isabel Díaz Ayuso. «Ojalá todas las mujeres tuviesen los mismos huevos que esa mujer», alabó el soltero.
Tomás, demasiado ‘campechano’ para el gusto de Conchi
A Conchi el amor platónico de su cita por la presidenta de la Comunidad de Madrid no la echó para atrás en absoluto, sino todo lo contrario. Ella se declaró «católica, apostólica.y romana» y coincide con él en que la política del PP «los tiene buen puestos». Lo que no la convenció de su pretendiente, en realidad, fue todo lo demás. Demasiado rudo y soez para su gusto.
Ya de entrada, Tomás se presentó a la cena sin traje, algo que lo hizo bajar puntos ante Conchi. Además, intentó hacer una gracia diciendo que estaba allí porque no tenía otra cosa que hacer. El vocabulario, sus formas… Todo en su pareja para esa noche le resultó excesivo a la mujer.
Conchi y Tomás bailando en el reservado de ‘First Dates’ antes de las calabazas de la soltera
El humor siempre ayuda a romper el hielo y a aclimatarse, pero en opinión de Conchi, Tomás se comportaba con demasiada campechanía. Eso sí, cuando se sentaron en la mesa y se pusieron a hablar seriamente sobre sus vidas, la soltera se dio cuenta de que era un gran hombre. Eso lo aceptó, aunque no se bajó del burro defendiendo que no era para ella en absoluto.
Así pues, a pesar de que lo que los separaba no era poco, al menos bajo el prisma de la madrileña, se tomaron la cena como una buena ocasión para pasarlo bien en compañía.
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