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George Benjamin, premio Fundación BBVA Fronteras de música y ópera

El Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Música y Ópera en su XVI edición se ha otorgado a Sir George Benjamin (compositor, director y catedrático Henry Purcell de Composición en el King’s College de Londres) por «su extraordinaria aportación y su impacto en la creación contemporánea en los ámbitos de la música sinfónica, la ópera y la música de cámara», según destaca el jurado.

«Con un lenguaje musical muy personal y reconocible» –continúa el acta– «es capaz de comunicar con el público de manera directa, sin renunciar a una factura rigurosa y detallista en todos los aspectos compositivos, destacando especialmente su dominio de la orquestación, la tímbrica y una arquitectura de la forma impecable».

Su música sinfónica y de cámara ha sido interpretada por las orquestas e instituciones más importantes del mundo, pero el jurado destaca que con sus cuatro óperas –Into the Little Hill (2006), Written on Skin (2009-12), Lessons in Love and Violence (2015-17) y Picture a day like this (2023)– «Benjamin consigue modernizar el lenguaje operístico, proponiendo nuevas estructuras narrativas y manteniendo una dramaturgia emocional que conecta y conmueve al público del siglo XXI».

Tal y como reconoce Víctor García de Gomar, secretario del jurado y director artístico del Gran Teatre del Liceu: «Probablemente estamos hablando del nombre más representativo de la música contemporánea y que todavía está en un momento creativo importantísimo; cada título nuevo que presenta en su catálogo es esperado por el mundo, especialmente en las óperas: cada cuatro o cinco años está escribiendo una nueva ópera, y con esta cadencia y su enorme calidad, consigue que se genere esta expectativa».

De los Beatles a Bach, Chaikovski, Stravinsky y Schubert

Con tan sólo siete años, George Benjamin ya había recibido una gran influencia musical por parte de su familia, muy melómana aunque no de manera profesional. El pop de mediados de la década de los sesenta del pasado siglo era una pasión para él, especialmente a través de su hermana mayor, con la que escuchaba una popular emisora de radio en la pequeña habitación que compartían. Esta pasión le duró hasta que fue a ver la película de Walt Disney Fantasia (1940), un largometraje musical con composiciones de Bach, Chaikovski, Stravinsky y Schubert, entre otros: «Me quedé paralizado y me convertí, casi como si se tratara de una conversión religiosa, en un solo día, y no sólo me volví intolerante hacia cualquier otra música, sino casi hacia cualquier otra cosa en el mundo. Esa música me parecía mucho más hermosa, maravillosa, emocionante y profunda que todo lo que había conocido hasta entonces. Así que me convertí en un fanático musical, me temo. Como pueden serlo los niños. Y no estoy tan seguro de que sea un error«, asegura el premiado, en una entrevista realizada poco después de conocer la concesión del premio.

La admiración que Benjamin expresa por Messiaen es similar a las expectativas que el maestro puso en su pupilo, del que llegó a decir que era «el Mozart de su tiempo». Una afirmación que se hizo enormemente conocida en la época y que puso cierta presión sobre Benjamin, tal y como rememora: «Yo me he tomado la música terriblemente en serio desde que era un niño pequeño. Me parece lo más importante que existe. Así que la presión de hacerlo lo mejor posible y de hablar de la forma más honesta, auténtica y, espero, hermosa, ha estado siempre conmigo, y en realidad no ha cambiado. Sí, tener cierta exposición pública cuando era realmente muy joven añadió cierto tipo de presión porque ya no era un mundo privado, sino un mundo ligeramente más público».

Benjamin continuó su formación en la capital francesa, en el Conservatoire National Supérieur de Musique et de Danse de Paris, con Messiaen, «su principal maestro», hasta que tuvo lugar otro de los grandes hitos que marcaría la joven carrera musical de Benjamin: su pieza orquestal Ringed by the Flat Horizon (1980) fue interpretada en los prestigiosos Proms de Londres por la BBC Symphony Orchestra y bajo la batuta de Sir Mark Elder. Se convertía así, a sus veinte años de edad, en el compositor más joven en ser programado en este festival, un hito que continúa todavía sin batir. Tan solo dos años después, Sir Simon Rattle dirigió a la London Sinfonietta en el estreno mundial de su pieza de cámara At First Light (1982).

Su estancia en París también permitió a Benjamin realizar un curso de unas semanas en el IRCAM, creado y dirigido en esa época por Pierrez Boulez (Premio Fronteras del Conocimiento en 2012), lo que le dio la oportunidad de acercarse a la creación más vanguardista en términos de tecnología, así como a aumentar su ya elevado interés hacia instrumentos inusuales: utilizó teclados microtonales desarrollados por el IRCAM para Antara (1987), su famosa pieza para conjunto y electrónica, para celebrar el décimo aniversario del Centro Pompidou, interpretada en el propio IRCAM y que fue la primera composición publicada que utilizó el programa de notación Sibelius. Otras obras relevantes en los años siguientes fueron Three Inventions for chamber orchestra (1995), para conmemorar la 75ª edición del Festival de Salzburgo, o Palimpsests (2002), un homenaje por el 75º cumpleaños de Pierre Boulez, que fue, además, el encargado de dirigir el estreno absoluto de la primera parte de la pieza.

En todo este tiempo Benjamin tenía claro que se acercaba el momento de crear la que para él es la forma más completa y compleja del mundo musical: su primera ópera: «El caso es que de niño me encantaba la ópera. Es decir, estaba obsesionado con ella en cuanto la descubrí, y lo que más me gustaba era la ópera oscura y aterradora. Quise componer ópera desde muy joven, cuando tenía 10 años. ¡Soñaba con óperas!, pero compuse mi primera ópera cuando tenía unos 45 años. Y la razón principal es que tardé entre 20 y 30 años en encontrar al colaborador perfecto: el autor Martin Crimp. Sin él, probablemente jamás me hubiera convertido en un compositor de ópera. Hoy no estaría recibiendo este premio. Así que eso es lo primordial. Ha sido un hecho absolutamente transformador para mí como compositor y es lo que me permitió alcanzar mi sueño de componer la forma artística más maravillosa: la ópera».

Una pareja compositiva indisoluble

Tras docenas de encuentros con posibles colaboradores, Benjamin no encontraba la «magia» que consideraba imprescindible para embarcarse en un proyecto de esas dimensiones. Antes de conocer a Crimp, llegó incluso a desistir y a concluir que jamás escribiría una ópera: «Conocí a mucha gente, a muchos dramaturgos, cineastas, novelistas, directores, y nunca lograba conectar con ellos, ni remotamente. Y después de 50 de estas reuniones, todo se vuelve un poco embarazoso. Es muy difícil lograr que la química funcione. Y entonces me di por vencido en torno a 2003». Pero poco después, un musicólogo e intérprete de viola de gamba, Lawrence Dreyfus, que era íntimo amigo de Martin Crimp, les presentó: «En unos pocos minutos –recuerda Benjamin– supe que era diferente, que había algo especial en Martin y en su trabajo, que yo había estudiado a fondo antes de reunirme con él. Su trabajo es muy duro, pero él es una persona muy amable. Y la divergencia entre esos dos fenómenos me pareció muy interesante. Martin ama la música con una pasión intensa y tengo la suerte de haber trabajado con él cuatro veces».

Benjamin se refiere a su inseparable colaborador de una forma muy elogiosa: «La electricidad que desprenden sus palabras, las formas que me ofrece, la forma narrativa y las estructuras que me propone… Le preocupa mucho la estructura, como a mí… Las palabras son muy sencillas, pero las estructuras que propone son muy complejas, casi como cristales. Estas cosas galvanizan mis capacidades, mi imaginación. Y compongo a mucha mayor velocidad. Con una pieza de conjunto o una pieza para piano solo o para orquesta, no cuento con esto. Tengo ideas, pero las ideas no son música. También necesito tener un vínculo pasional muy fuerte con el sonido que estoy creando cuando compongo y, sobre todo, con la armonía. Si no encuentro eso, no puedo componer. Muchas veces, sobre todo con las piezas para orquesta, puedo vagar en la oscuridad durante varios meses, bastantes meses, antes de encontrar algo. Y siempre al final de una composición voy muy rápido, tan rápido que apenas puedo dormir. Pero el principio siempre es como buscar en el inframundo un poquito de luz para encontrar el camino. Y al final encuentro algo, pero las primeras semanas pueden ser duras».

Una fuerte conexión con España

En su obra para orquesta y coro Dream of the Song (2014-2015) Benjamin muestra parte de la enorme influencia que tiene de la cultura española: «En esa pieza no sólo hay poemas de Federico García Lorca –cuya casa visité en Granada la primera vez que fui y cuyo piano toqué–, sino también hay textos basados en poesía hebrea del siglo XI de Andalucía, una poesía de una modernidad y belleza extraordinarias».

Los vínculos de Benjamin con España son, según destaca, profundos, «Es un país que me encanta, he estado muchas veces y en muchas regiones diferentes. Mi primera experiencia profesional allí fue en Barcelona, donde alguien que ha seguido siendo un amigo muy querido y un fiel defensor de mi música, Josep Pons (actual director musical del Gran Teatre del Liceu de Barcelona), me invitó a dirigir la Orquesta de Cámara del Teatro Lliure de Barcelona. También me invitó a dirigir la Orquesta Ciudad de Granada, y eso me dio la emocionante oportunidad de ver el que quizá sea el lugar más hermoso de Europa, que es la Alhambra. He estado dos o tres veces desde entonces. Sigue siendo para mí una joya absoluta de la Corona de nuestro continente».

El propio Josep Pons destaca que «conceder el premio a Benjamin es un acierto porque es un grande y pasará a la historia de la música por cualquiera de sus obras, ya sean sinfónicas, de cámara u óperas. Para mí, un hito fue cuando en la OCNE le dedicamos una Carta Blanca, que incluía distintas actividades. Una de ellas fue una proyección en la Filmoteca Nacional del Nosferatu de Murnau. George pidió verla en una versión acelerada y después, durante el pase con público, se puso al piano como en las antiguas sesiones de cine mudo e improvisó. Fue una experiencia única porque tiene una gran capacidad de improvisación y es un gran pianista. No solo es un número uno en lo musical, además tiene una gran calidad humana, una ética y unos valores que le impiden hacer concesiones».

El maestro Pons fue posteriormente el encargado de dirigir el estreno en España de Lessons in Love and Violence, en el Teatre del Liceu en 2021, en plena era COVID, lo que, por motivos de visado, le impidió a Benjamin presenciarlo: «Hacíamos videoconferencias durante los ensayos – explica Pons– y luego él nos enviaba sus comentarios. Tiene un oído privilegiado y era capaz de identificar que una flauta había cambiado una nota de la partitura».

Como director de orquesta, el repertorio de George Benjamin incluye desde Mozart y Schumann hasta Knussen y Abrahamsen y ha llevado a cabo el estreno mundial de numerosas obras, incluyendo piezas de Wolfgang Rihm, Unsuk Chin, Gérard Grisey y György Ligeti. Desde 2001 desempeña la Cátedra de Composición Henry Purcell en King’s College London.

Content Source: www.abc.es

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