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‘La lucha por la vida’: un montaje monumental e irregular


Crítica de teatro ‘La lucha por la vida’ Autor Pío Baroja Adaptación Ramón Fernández. Dirección Ramón Barea. Espacio escénico José Ibarrola. Alonso. Iluminación David Alcorta. Vestuario Belitxe Saitua. Espacio sonoro Adrián García de los Ojos. Audiovisuales Ibon Aguirre. Intérpretes Ramón Barea, Aitor Fernandino, Olatz Ganboa, Ione Irazabal, Itziar Lazkano, Sandra Ortueta, Alfonso Torregrosa, Leire Ormazabal, Diego Pérez y Arnatz Puertas Lugar Teatro Español, Madrid. 4Hay que aplaudir como se merece el enorme esfuerzo que ha llevado a cabo el Teatro Arriaga al llevar a escena esta adaptación de la trilogía novelística escrita por Pío Baroja . ‘La lucha por la vida’ supuso todo un desafío narrativo que, ahora, José Ramón Fernández y Ramón Barea recogen para hacer de esta «comedia humana» ese fresco de un Madrid que, en Baroja, tiene ese lado oscuro que tanto gustó a Gutiérrez Solana.Como en todo relato picaresco, y este lo es desde su primera línea, el retrato de todas estas vidas forma un escenario en el que combaten con fuerza el deseo de supervivencia a cualquier precio y los límites difusos entre el bien y el mal. Todo vale en este Madrid que vierte su basura humana en el Manzanares , y donde muchas de las acciones parecen reflejar una dimensión animal, basada en los instintos, en la violencia, en los comportamientos atroces de índole ciertamente darwiniana. Pero, junto a ello, su carácter de relato no tanto de formación como de defensa del individualismo, hace que recorramos la vida de Manuel, sus edades biográficas y sus singladuras morales, como el intento de buscar una salvación personal, un sitio en la sociedad, e incluso llegar a tener una más o menos vaga y crítica conciencia política.Por las tablas del Teatro Español veremos, pues, desfilar esta legión de vidas sombrías siempre desde la idea de que la acción, la lucha, la disputa continua son fundamentales, de ahí que se opte por un montaje que tiene mucho de cinematográfico y donde la sucesión de escenas y de ambientes es siempre ágil y, como diría Dickens, eficaz. Un recurso muy interesante es haber introducido a Baroja como un personaje más, como ese narrador distanciado, irónico y a veces cínico que acota y narra todo este juego de máscaras y toda esta mascarada social que se desarrolla en un espacio escénico, donde unas móviles paredes de ladrillo encaladas van enmarcando los distintos ambientes. Y, sin embargo, tendríamos que decir que nos encontramos ante una versión donde lo costumbrista ahoga gran parte de ese lado ciego, de no futuro, violento y deshumanizado que observamos en ‘La busca’ y ‘Mala hierba’. A veces le falta esa fuerza dramática para reflejar el pozo sin fondo de muchas de estas almas y algunos personajes parecen demasiado cercanos a estereotipos que Baroja detestaba, como ocurre al convertirlos en chulos de sainete y demás ralea. La obra va de menos a más, y ya en ‘Aurora roja’ todo es convincente y raya a gran altura.Esta lucha por la vida parte de Baroja, pero no contiene a Baroja por entero. Le falta esa energía despiadada, esa herida abierta por la que veamos a una ciudad, a una época y a unos personajes que verdaderamente se suben al escenario para perturbarnos.

Content Source: www.abc.es

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