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‘La reina de la belleza de Leenane’, la historia de dos personajes atormentados y marcados por una dependencia tóxica

Dice Juan Echanove, director de la función, que ‘La reina de la belleza de Leenane‘ es «una obra que habla sobre el maltrato, pero que no trata sobre el maltrato; habla de la dependencia, pero no trata sobre la dependencia; habla de la crisis económica, pero no trata sobre la crisis económica… Es un drama muy duro; Martin McDonagh sitúa a unas almas atormentadas en un lugar de difícil acceso y en condiciones económicas al límite de lo vivible, en condiciones humanas en donde las potencias más oscuras del alma salen a la superficie a poco que uno agite la bañera. La inteligencia del autor es que no quiere hacer una obra para hablar solo de ello, sino que a través de esos cuadros vitales que nos presenta nos hacemos nosotros las preguntas».

‘La reina de la belleza de Leenane’ llega ahora a Madrid (Teatro Infanta Isabel) después de su estreno en Avilés a principios de marzo y una pequeña gira. María Galiana y Lucía Quintana encabezan un reparto que se completa con Javier Mora y Alberto Fraga. Bernardo Sánchez Salas, dramaturgo de cabecera de Echanove, firma la adaptación del texto.

La obra está situada en Leenane, una pequeña localidad irlandesa; en ella viven solas desde hace más de veinte años Mag y Maureen, madre e hija; ésta ejerce de cuidadora de su madre, muy limitada de movimientos, y que no se levanta apenas de su mecedora. «Son cuatro supervivientes -dice Echanove-; al comienzo de los ensayos, María y Lucía se disputaban una a otra la maldad y yo les dejaba que juguetearan, sabía que a medida que crearan sus personajes iban a descubrir que no son ni buenas ni malas; es que no tienen otra opción que sobrevivir. Y no solo ellas; también los personajes masculinos de esta función. No son ni buenos ni malos; solamente son gente que sobrevive, que intenta sobrevivir diariamente a la dureza que les plantea la vida».

Aunque la relación entre madre e hija es más que tormentosa -«hay una dependencia tóxica», dice Lucía Quintana, ‘instigadora’ del proyecto-, entre las dos actrices hay mucha complicidad -«he hecho poco teatro, pero siempre he tenido mucha suerte», apunta María Galiana-. Y es que, como recuerda Juan Echanove que decía el recordado José Luis Alonso, «el noventa por ciento del éxito de una función es repartir bien». «Hay entre nosotras una relación muy natural -explica Lucía Quintana-. En los desayunos, en la gira, nos quedamos hasta dos horas charlando. Y vamos para allá y para acá, y después nos vamos a cenar. Cuando estamos en el escenario, hacemos lo que tenemos que hacer. Pero esta función requiere que no haya toxicidad fuera, que no haya ningún tipo de fisura».

‘La reina de la belleza de Leenane’ cuenta una historia de un lugar muy concreto y en un entorno social también muy determinado; pero no hace falta conocer aquel rincón irlandés para reconocer a estas dos mujeres. «Las encuentras también en el País Vasco, en Asturias, en Galicia, en Valencia, en Soria, yo qué sé». «Y dónde sea… No es que sean miserias comparables, pero yo me acuerdo de ‘Los santos inocentes‘, de Delibes, de esa manera de vivir tan difícil y tan absolutamente pobre que les parece una cosa normal dormir en un colchón de mazorca. Eso se da en cualquier parte. En esta función, como bien dice Juan, no sabemos muy bien ni dónde tienen el aseo. Pero a estas dos mujeres las encontramos también en las grandes ciudades; la toxicidad de los vínculos familiares está en muchísimos sitios».

«Hay dos retratistas de la vida y de los seres humanos que me interesan fundamentalmente -dice Echanove-; uno es Rafael Azcona y el otro es Martin McDonagh, y al afrontar la dirección de este espectáculo me he encontrado con que era un dramaturgo que ya me había hablado muchísimo. Y he sabido desprenderme de cosas que en realidad no me hacían falta, de muletas para andar por su universo; sabía cómo afrontar ese dolor y sabía que no debía de tenerle miedo ni siquiera al sentido del humor ácido que tiene. Porque cuando estás en un drama de tanta tensión son necesarias las válvulas de escape para que el espectador pueda respirar, y un mal director de escena es el que tiene miedo a esas válvulas».

Content Source: www.abc.es

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